Suelo levantarme temprano--siete de la
mañana, hora canaria-- los sábados y los domingos para ver y oír música clásica
en la cadena de LA 2 TVE. Me paso un buen rato gozando en la soledad de la
mañanita, de piezas musicales clásicas de calidad.
Pero hace unos días (el domingo pasado, día 17 de octubre 2021) me sorprendí al ver y oír que una cantante recitadora profesional, se puso a actuar añadiéndole letras de su caletre a famosas composiciones de eterna calidad, de eternos compositores musicales que han pasado a la posteridad como entre los mejores del ramo en este aterrado mundo.
La infractora (para mí, lo es), de la que prefiero guardar su nombre, se dedicó durante una hora, a ponerle de su caletre, puño e imaginación, letras a piezas musicales de eterna maravilla, como son algunos pasajes de las sinfonías fabricadas por artistas musicales clásicos, tales como Tchaikovski (Cascanueces), Schubert (Serenata), Richard Wagner (Valkirias), Ravel (Bolero), Beethoven (Quinta Sinfonía), y algún otro tramo de piezas famosas por sí mismas, sin necesidad ninguna de que se la añadan letras gramaticales, por muy ingeniosas y trabajadas, y hasta melodiosas, que resulten.
Termino esta mi perorata, con un tirón de orejas (metafórico, por supuesto) y a la señora de marras y un cero en su conducta musical.
Y ya que estamos escribiendo de suplantaciones y otros modos similares de meter la pata, quiero recordar al inolvidable (valga la redundancia) Nino Bravo, un joven cantante español de la canción ligera, valenciano por más señas, que murió joven en un accidente, pero que después de muerto, una cantante de canciones bailables, de cuyo nombre preferiría no acordarme, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, se atrevió, la muy atrevida, a grabar sobre una grabación de un disco de Nino Bravo, su atiplada y atildada voz, haciendo un dúo con el fallecido. Ver para creer… y para quedar desfallecido y patidifuso ante tal atrevimiento.
Espectador
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