Lorenzo Soriano
Ante la impresión
producida por la noticia, “sobran 12.000 funcionarios en Canarias”. Breve pero
contundente, como queriendo o debiendo informar, pero sin querer molestar, como
diciendo, “lo avisamos”, y cumplido el expediente que venga el silencio. Es urgente
un desmentido, una explicación, o, al menos, una polémica.
12.000 funcionarios de más,
son un auténtico lastre para la economía turística, frágil y delicada, escasa y
pendular, débil y con amenazas, con pocas fortalezas y con muchas necesidades
como la que padecemos en el Archipiélago afortunado.
¿Afortunado para todos?
A la noticia le sigue una pequeña apostilla para reforzarla, “siendo los
sueldos y prerrogativas altas, las de estos –los funcionarios-, suponen un
esfuerzo enorme adicional a nuestros presupuestos”. Fin.
El dinero propio es
preciso administrarlo bien para que las cuentas salgan, pero al cabo, si se
posee, y siendo propio, allá penas. Pero el dinero público debe de ser
escrupulosamente gastado, con delicadeza y con la consigna de “gastar a lo
bruto, pero derrochar, ni un centavo”. ¿Quién contrata a 12.000 funcionarios de
más?¿Quién acepta traslado, convoca plazas nuevas, o simplemente acepta y con
que intención semejante dispendio, teniendo además en cuenta las enormes
carencias de estas Islas en Sanidad, Educación, Justicia, protección civil,
Infraestructuras, y otras que no enumero pero que nos hacen estar a años luz de
Cataluña, Madrid o Valencia?.
¿Es un corralito electoral, -clientes le llamaban en la Roma antigua- para el voto cautivo a favor de los contratantes? ¿Habrá alguna responsabilidad que exigir?
No se rían, es serio,
muy serio, tan serio como que puede que muchos enfermos en listas de espera,
padezcan o mucho peor, las causas de este dispendio. Algún discapacitado,
anciano, o parado con grandes necesidades no este atendido, por esta causa, y
hasta ahora solo me pongo realista-dramático, que si incluyo tragedias que
implican algo más puede que me llamen exagerado. Pero no, no lo soy en
absoluto, créanme, me quedo muy corto.
Los funcionarios, los
necesarios, son imprescindibles para el funcionamiento de la administración.
Casi la inmensa mayoría de los funcionarios que conozco, son competentes,
cordiales, amigables, colaboradores, madrugadores y esforzados en atender y
ayudar. Sí, yo vivo aquí, por supuesto, no soy Selenita y describo lo que veo
aquí. Estamos muy mal administrados, pero los funcionarios no son los
culpables, sino parte de las víctimas, y no son parte del problema. Los usan
para medrar. Los han puesto ahí, donde poco pueden ayudar, donde es farragoso
el aparato burocrático creado por mentes estropeadas, y donde los ciudadanos
les atacan con la mirada, el pensamiento, y algunos con sus protestas en
diversos tonos y actitudes.
Lo único que de verdad
me molesta, detesto y sufro mal, de los funcionarios que frecuento y de los que
observo, es que sus prerrogativas, privilegios, horarios, emolumentos y
derechos, no sean extensibles a todos y cada uno de los ciudadanos de este
país. Me da lo mismo que sean autonómicos, locales, centrales ó –y sobre
todo-europeos. Si no se pueden extender sus derechos a los demás, a todos los
demás trabajadores de este país, no deberían de ser posible que disfrutaran
solo ellos de los mismos. Esto es complicado, pero el camino de mil millas empieza
con un simple paso.
A reflexionar.
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