Bienvenidos al Diario del Valle

SEARCH

sábado, 7 de octubre de 2017

LA PALABRA LIBRE Y LA MANIPULACIÓN DEL LENGUAJE

Iván López Casanova

Leo La guerra no tiene rostro de mujer, de Svetlana Alexiévich, premio Nobel de Literatura en 2015, libro en el que la escritora bielorrusa busca la verdad sobre la Segunda Guerra Mundial. 

Para ello entrevista a mujeres soviéticas que participaron en la contienda, pero como no le interesan las versiones oficiales ni los tópicos, escucha lo que dicen tal vez después de un silencio o después de unas lágrimas, el lenguaje directo del corazón. O sea, la palabra libre, porque «son demasiados los casos en los que las palabras nos alejaron de la verdad».

También López Quintás, a la vez que nos explica que el lenguaje es nuestro mayor don, nos advierte que su uso es ambivalente, que puede ser «difusor de la verdad o propalador de la mentira. Porque el lenguaje ofrece posibilidades para descubrir en común la verdad, y facilita recursos para tergiversar las cosas y sembrar la confusión». Y nos avisa de que «el lenguaje crea palabras, y en cada época de la historia algunas de ellas se cargan de un prestigio especial de forma que nadie osa ponerlas en tela de juicio. Son palabras "talismán" que parecen condensar en sí todas las excelencias de la vida humana».

Efectivamente, cuando Nadiezhda Maldestam describe los primeros años de la locura revolucionaria soviética, señala que había personas −como su marido Ósip Maldestam o Boris Pasternak− que mantuvieron su dignidad, pero la mayoría claudicó ante la hegemonía cultural. Y añade: «Mi hermano decía que no fue ni el miedo ni el soborno lo que jugó un papel decisivo en la domesticación de la intelectualidad, sino la palabra “revolución”, a la cual nadie quería renunciar. Esa palabra no solo sometía ciudades, sino también a muchos millones de seres. Esa palabra poseía una fuerza tan grandiosa que no se comprende siquiera la necesidad de las autoridades de tener cárceles e imponer la pena de muerte».

Y sigue siendo así. Las palabras verdad, donación, marido, esposos, comunión, conciencia, complementariedad, castidad, pudor, bien, mal, pecado, sacrificio, entrega, gratuidad, bien común, moralidad, misterio o realidad son sustituidas por un nuevo lenguaje con el que se quiere cambiar una antropología y sustituirla por otra. Entonces empiezan a aparecer voces fetiche que producen la fascinación de lo novedoso: consenso, calidad de vida, empoderamiento, salud sexual y derechos reproductivos, igualdad de género, diversidad cultural, globalización de rostro humano...

Pero si tuviera que señalar dos palabras intocables, elegiría igualdad y diversidad. Lógicamente, poseen contenidos muy positivos, pero no todas sus manifestaciones concretas son absolutamente y siempre bondadosas, y se las puede manipular dictatorialmente. Así, bajo su influjo, a veces se ejerce el discurso del odio en una especie de totalitarismo blando.

Un ejemplo: a alguien que respeta a toda persona con independencia de su orientación sexual −por supuesto−, pero que no está de acuerdo con las propuestas concretas de la dirección de un colectivo homosexual en relación con alguna proposición de ley, se le espeta: sus palabras me ofenden; y se le tacha de homófobo. Y pasa de ser un discrepante en una sociedad plural, a convertirse en alguien agresivo que agravia, y queda estigmatizado: burda manipulación, ejemplo de tergiversación camuflada.

Qué alegría vivir en una sociedad plural, convivir en una sociedad respetuosa. Un consejo: «Los que hemos vivido en países totalitarios hemos aprendido por experiencia propia que no debe someterse a grandes especulaciones un tema tan peligroso como la verdad y que la verdadera falta de verdad es inmediatamente reconocible, a menudo de manera dolorosa». Viene de Adam Zagajewski, reciente premio Princesa de Asturias de las Letras.

Compromiso interior con la verdad y la bondad, y leer −también− a los clásicos intemporales. Todo esto ayuda a usar las palabras valiosas, precisamente por eso. Y entonces nos liberamos del adoctrinamiento y la vacuidad de las «gelatinosas ideologías débiles», al decir de Claudio Magris, alentadas por el poder aplanante de las comunicaciones.

Iván López Casanova, Cirujano General.
Escritor: Pensadoras del siglo XX y El sillón de pensar.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario