Isidoro Sánchez García
Desde
que el geógrafo, matemático y astrónomo griego, Claudio Ptolomeo, marcó la
punta de Orchilla como referente geográfico del meridiano cero del mundo y
desde que el padre francés Luis Feuillée, geógrafo, se acercó a la isla de El
Hierro para medir la longitud del Observatorio astronómico de Paris por encargo
del cardenal Richelieu, existía La Restinga herreña, al sur de la ínsula
volcánica más activa de Canarias.
No
queremos irnos. La isla nos tiene abrazados con su lazo de piedra y toda la
magia.
Así se
expresó el amigo y escritor Victos Álamo de la Rosa cuando cierra los seis
capítulos del nuevo libro sobre El Hierro: La Isla al Principio, compuesto por
páginas fotográficas de personas y naturaleza relacionadas con la isla de los
volcanes en el suroeste del archipiélago de Canarias. La Región
Ultraperiférica, (RUP) española de la Unión Europea (UE) que se alonga sobre el
océano Atlántico mirando hacia las Américas desde La Restinga. Ya habíamos oído
hablar de Ptolomeo, de los viajes mundiales entre los siglos XIII y XIX de
Marco Polo, NBattuta, de Cristóbal Colón, de Magallanes y Juan Sebastián
Elcano, de Malaspina, de Alejandro de Humboldt y de Charles Darwin, entre
otros. Algunos de ellos pioneros de la literatura de viajes.
Dicen
que La Restinga fue colonizada por pescadores de La Gomera, la isla colombina
por excelencia, entre los que destacan los hermanos Antonio y Pancho Mora, que
aparecen fotografiados de manera especial en el nuevo libro EL HIERRO, por el
joven artista herreño Alexis W. Estamos hablando de un libro nuevo, diferente,
curioso, donde se combinan en 128 páginas fotografías y textos repartidos en
seis capítulos. Se trata de un nuevo proyecto que denominaron Ferro, como la
isla al principio. Luego Ferrum, más tarde Hero y por último El Hierro. Lo
cierto es que pasó de mito a isla entera donde se dan cita los colores
insulares de la textura cromática que se consigue por la oxidación del cemento
y caracterizan a chicos y chicas de la isla de los bimbapes como a jóvenes y
mayores, a hombres y mujeres nacidos o residentes en la isla del Meridiano
Cero. La primera edición de todo este trabajo la han llevado a cabo estos
jóvenes amigos en ese año de 2021, en plena pandemia de la covid – 19. Alexis W
con sus fotografías dedicadas a personas especiales y a la naturaleza herreña y
Víctor a desarrollar esos seis capítulos que van desde El Aire del Tiempo
inmemorial a Guiado a la isla lenguaje, pasando por Escriben las piedras que
hablan, La Cartografía humana: alma antes del alma, Las islas aladas: Tenerife,
La Palma, La Gomera y Conocerse las Profundidades.
Conocí
a los padres de Alexis y Víctor en mi época profesional cuando José Miguel
González, ingeniero jefe del ICONA, me destinó como ingeniero de montes a la
isla herreña en los años de 1970 de la cual era sobreguarda forestal el
recordado Zósimo Hernández. Con él trabajaba Vicente, el padre de Alexis. Con
Manuel Álamo coincidí más tarde en la etapa política de la Transición cuando
aposté por ella. Entonces las sabinas, el fayal brezal, la laurisilva y los
pinos me resultaron familiares como el histórico Garoé sin olvidar los lagartos
gigantes que descubriera Juan Machín, el abuelo de luchadores famosos, en las
laderas del valle del Golfo en Frontera. El Garoé me llevó a recordar a Víctor
Álamo de la Rosa, excelente escritor, mitad guanche, mitad bimbape, por cuanto
fue autor, entre otros, del libro El año de la seca, en referencia a 1948, que
fue el año cuando el ingeniero de montes don Leoncio Oramas mandó plantar a
Zósimo un nuevo Til (Garoé) en el barranco de Tigulate, en el paisaje natural
de Ventejís. Y en 2018 le dedicó a mis nietos su librito Omar, el Niño
Cangrejo, que se sentía hijo del mar. Curiosamente el padre de Víctor fue
Director General del Patrimonio Cultural de Canarias. Por entonces el amigo
Manuel Álamo me enseñó en el mar de las Calmas los nidos de las águilas
pescadoras que tanto entusiasmaban al biólogo marino Checho Bacallado, así como
algún que otro petroglifo en los lajiales. Me acordé entonces de mi visita a la
isla grande de Hawaii (Big Island) cuando participé en el proyecto de Parques
Nacionales Gemelos entre USA y España, donde se combinaban las lavas cordadas
con algunos petroglifos volcánicos. Pude conocer también en los archivos de
Valverde que el histórico y mítico Garoé, el árbol sagrado de los bimbapes, que
bien conocía Tadeo Casañas, había sido derribado por un vendaval en mayo de
1610.
El libro EL HIERRO, de los coautores Alexis W
y Víctor Álamo de la Rosa, de fotografías y textos, respectivamente, lo adquirí
en el restaurante Casa Juan, de Lorena, donde degusté en familia los frutos del
mar de las Calmas y los vinos procedentes de las viñas de El Pinar. En verdad
que La Restinga herreña vale la pena
visitarla y disfrutarla. De los cayucos llegados al muelle en aquellos días de
agosto hablaremos en otra ocasión, así como de otro libro, REFUGIADOS, obra de
otro amigo, Sami Nair.
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