Bienvenidos al Diario del Valle

SEARCH

sábado, 11 de agosto de 2018

¿QUIERES ACABAR CONMIGO? QUÍTAME LA LUZ DE LOS OJOS.


Lorenzo de Ara

No sé, la verdad, cuántos libros puedo llegar a leer a lo largo de un año. Doce meses. Es poco tiempo, la verdad.

Leer me salvó de la ruina.

Robar libros en librerías del Puerto de las Cruz y Santa Cruz se convirtió en la única vía para no dejarme atrapar por los amigos que se sentaban a esperar la muerte en un banco de una plaza, consumidos por las drogas y la búsqueda de algo que siempre pillaba lejos. Tenerle miedo a la muerte no es cosa de cobardes. A la muerte hay que abrazarla como se abraza al inmigrante que llega a la tierra prometida creyendo que deja atrás todo lo malo, todo lo perverso, toda el hambre del mundo. Si damos por cierto que el inmigrante ilegal no es portador de males, la muerte es un solamente una criatura perdedora que hace su trabajo sin ganas, aburrida, como el becario que es esclavizado, como el trabajador con años arriba, que para no convertirse en un arritranco, apechuga con el contrato basura.

Los libros son mi tabla de salvación. Del fracaso en los estudios pasé a la lectura de libros.

He contado muchas veces que Gabriel García Márquez, Henry Miller, James Joyce, Vargas Llosa, Edgar Allan Poe, Galdós y Borges, fueron los primeros que me ayudaron a salir a flote. Luego un ejército de escritores libres, llenos de demonios, se apuntaron para obtener el éxito en el desafío.

La muerte de una madre provoca que un chico educado se aparte de la luz durante casi tres años, que nunca más regrese al aula para seguir con los estudios reglados. Pero los libros, oh, los libros.


Julio Verne ya estaba a mi lado. Y una enciclopedia (De la A a la Z), fue el ordenador más saludable que he tenido entre mis manos.

Mi madre leía con gafas. En el atardecer. Cerca del patio de la casa vieja. Yo me apostaba a sus pies. El perro dormía. Mi padre con la pandorga (buen hombre) haciendo trabajar la cabeza en busca de viejas. Y mi hermanita igual, merecedora de todo lo bueno.

Así que fueron ellos. No un maestro. Ellos, escritores: Lorca, Miguel Hernández, Neruda, Machado, Dámaso Alonso, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Laforet, Mary Shelley, Dickinson, Hemingway, Proust, Rulfo.

Ah, ellos.

Hoy sigue siendo así. Libros y periódicos. Todos los días.

Arrastro conmigo tantas flaquezas, tanta ruina moral. Hay segundos en los que si el escritor no me acompaña,  siento que la oscuridad arrastra los pies por la casa.

¿Quieres acabar conmigo? Quítame la luz de los ojos.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario