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sábado, 11 de agosto de 2018

PREGÓN FIESTAS DE LA VERA 2018.


Víctor Manuel Cabo García

OLOR A GOFIO Y LUZ DE FIESTA

Olor a gofio y penumbra para llegar a la TIENDA de Dionel.

Estos son los primeros recuerdos que me llegan a la memoria. Recuerdos de una infancia vivida, en parte, en la calle Olivera de nuestro querido barrio de La Vera.
Cada domingo, mi madre, mis hermanas y yo, veníamos a ver a mi abuela Ángela y al abuelo Alberto.

Eran épocas de trabajo y pocos recursos... Recuerdo que subíamos en taxi hasta la parte alta de la calle nueva, en aquel entonces, de doble vía. Normalmente utilizábamos este medio. Mi madre, nunca supe porque, no era muy amiga de las guaguas.

Cuando llegábamos a casa de mi abuela aquello era un hervidero de gente, había tenido quince hijos, de los cuales guareció trece, Imaginen la cantidad de gente que se congregaba cada fin de semana en aquella pequeña casa... Mi madre era la mayor de las hembras y, por tanto, la que antes se casó y antes tuvo hijos. Intentó seguir la increíble cifra de hijos de mi abuela Ángela, pero sólo se quedó en siete, que ya era una cantidad importante para la época...

Doña Ángela Pérez Montelongo y Don Alberto García de Franco. Estos son mis abuelos maternos y los que en realidad nos unió al barrio de La Vera.

Mi abuela, ama de casa, mi abuelo Alberto, el panadero de la zona. Me cuentan los más viejos del lugar que cada día salía con un carro tirado por una mula a repartir el pan por todo el barrio… Mi abuela contaba que trabajaba durante toda la noche para seguidamente repartir el pan a primera hora de la mañana. Parece ser, que el apodo de "los carreros" viene de esa época, donde un joven inmigrante retornado de Cuba, repartía cada día el alimento básico de la mesa.

Volviendo a los domingos familiares rodeado de primos, tíos y amigos del barrio, me viene a la memoria aquellas tardes-noches, que, a partir de la puesta de sol, la oscuridad era máxima. En aquella pequeña calle que terminaba en el muro de la platanera con callejón incluido, no había luz. La Calle Olivera, solo tenía una pequeña farola que proyectaba una luz blanca e iluminaba una parte de la misma y que conforme te ibas alejando, el miedo se apoderaba de uno… Cuando te ibas acercando al callejón, la cosa se ponía peor porque no sabías si te iba a salir el famoso “hombre del saco” que juro que nunca vi, o el famoso “grupo de chicos que te pegaban una cuerada a la primera de cambio” (esto era lo que me decía mi madre para meterme miedo y que no me fuera más allá de la puerta de la casa de mis abuelos). Lo mismo, no valía, cuando te enviaban a un mandado, en esos casos no había ni “hombre del saco” ni “grupo de chicos malos” Tenías que ir a comprar y punto…

Les puedo asegurar que bajaba cagadito de miedo rumbo a la tienda de Dionel, a la pequeña ferretería o a la tienda de Doña Juana, según el recado que tuviera que hacer… Caminaba todo valiente hasta llegar a la curva del callejón. Una vez allí, salía corriendo hasta la otra luz que estaba justo debajo de la casa de los padres de la actual concejala, Sandra Rodríguez. Para mí, aquella luz era como ver nuevamente la salvación, ver la luz al final del terrible túnel. Me habían metido tanto miedo con aquella zona, que hasta soñaba por las noches con los terribles hombres del saco y los supuestos chicos malos…

 Los domingos, eran otra cosa, llegábamos a media tarde y nos quedábamos todo el día en casa de los abuelos.  En la azotea, el abuelo, tenía conejeras, palomas y algún que otro animal… Aquel lugar era maravilloso, me encantaba compartir esos ratitos con él que, aunque no hablaba mucho, desde que le nombrabas o preguntabas algo sobre sus grandes o robustos conejos, se explayaba a contar, con todo tipo de detalles, la crianza de los mismos.

 Recuerdo que era un hombre serio y de pocas palabras, siempre con un sobrero y sentado en el centro de la mesa como el buen patriarca que era.

La casa de mi abuela tenía un gran pasillo lleno de fotos de toda la familia. No es por exagerar, pero se podían contar más de 100 cuadros…  Cuando terminabas de pasar por aquel enorme pasillo, llegabas a la cocina. Una cocina pequeña pero que, un sábado normal o un domingo cualquiera, podría haber una media de 30 personas. No me pregunten cómo, pero allí cabíamos todos, y siempre había algo que comer “unas galletas, unas tortitas hechas por mi tía, un queque, etc.…  

Mi abuelo falleció cuando yo era muy pequeño, creo que tendría unos 8 años o así. Poco recuerdo de él.  Sé que era un gran hombre y muy querido. Cuando falleció se colapsó la calle debido a la cantidad de vecinos que quisieron acompañarlo en aquella despedida. Como anécdota de aquel triste hecho, me quedó en la memoria la imagen de la salida del ataúd.  Los Señores que iban a proceder al traslado del féretro no podían sacarlo por la puerta y tuvieron que ingeniárselas para poder sacarlo por la ventana. Esa imagen nunca se olvidará. Es algo que llevaré en el corazón hasta el final de mis días, sobre todo la cara de mi querida madre tan entristecida con la pérdida de su padre. Nunca me lo dijeron, pero sé, que la niña de sus ojos, era mi madre, y para ella, su padre, era Dios. Lo adoraba y admiraba tanto que durante toda su vida no había un solo día que no lo nombrara. Siempre lo ponía de ejemplo, era su gran hombre…

Con el pasar de los años y por aquello que las familias crecen, se reproducen y en muchos casos, se distancian, y no por discusiones o malos entendidos sino porque la vida es así, cada uno tiene su nido, nos vamos acomodando y dejando de hacer cosas por la propia sinergia del tiempo.

Las últimas aventuras por la zona, creo que acabaron tras la pérdida de mi abuelo. A partir de aquel momento veníamos algo menos a la Vera, aunque eso sí, mi madre, seguía haciéndolo, pero nosotros íbamos cumpliendo años y buscando nuestras propias vivencias y/o entretenimientos.

Mi familia materna tiene una especial relevancia en la historia del barrio, pues incluso antes de la construcción de la zona de las barriadas, donde vivo en la actualidad, estaban vinculados y participaban activamente en las actividades del barrio.

Permítanme hacerles este pequeño homenaje. -Tío Chano; fue durante muchos años el presidente del C.D Vera, dicen las malas lenguas que fue una de las mejores épocas de este gran equipo que tantas alegrías dio a los portuenses.

Tío Miguel “el carrero”; fue presidente de las fiestas de La Vera y uno de los primeros atrevidos que se embarcó en la aventura de traer a cantar a Diango, José Vélez o Pimpinela. Me cuentan que en algún caso y debido a que las pesetas no eran las suficientes, tuvo que poner perras de su bolsillo para poder pagar a aquellos cantantes que eran los más importantes del momento.

Tía Sangeles, que aparte de ser una devota máxima de la Virgen de Candelaria y una mujer entregada a la Iglesia y sus actividades parroquiales, fue la primera mujer en dar el saque de honor en la inauguración del antiguo campo de fútbol del Vera… Ella, aunque está feo que lo diga yo, era una mujer guapísima. Aún hoy se conservan las fotos de aquel atrevido momento (una mujer, en un campo de fútbol, allá por los 60, no era lo más normal del mundo) y menos haciendo un saque de honor, pero ella fue pionera en esto… Posteriormente y cada año por las fiestas, la elegida Reina, tenía el honor de hacer el saque dando comienzo al campeonato de fútbol…

En la calle Olivera se realizaba una “papada” por las fiestas.  La Virgen del Candelaria, en procesión magna, bajaba hasta el final de la calle y allí hacía un pequeño descanso para luego seguir posesionando por los diferentes rincones.

Las fiestas de la Vera eran las mejores de la ciudad, siempre comparadas con las patronales. Quién no ha oído decir aquella frase “muchacho, las fiestas de la vera este año, mejor que las del puerto” … Eso lo hemos oído decir todos y quizás, no sin poca razón.

Cuando pequeño, y de cara a las fiestas del puerto, mi madre nos compraba la ropa o, en el caso de mis hermanas, se las hacía ella misma… Había que estrenar, eso sí, una vez terminada la festividad volvían al armario y hasta el mes de agosto, fecha en la que nos volvíamos a poner la “ropa nueva” porque eran las fiestas del barrio de mi madre y había que ir impoluto.

La pequeña noria, los cochitos desmoche, las tómbolas, las manzanas de caramelo rojo, las nubes de azúcar, el olor a almendras con caramelo y la luz, sobre todo eso, la luz de las fiestas….

Qué maravilla era cruzar el antiguo puente entre la Calle Nueva y la Plaza de la Iglesia. Ver aquellas luces que terminaban en un solo punto lleno de miles de pequeñas banderas, era una auténtica fiesta del color y la alegría… Era un gran recreo, mi gran fiesta. ¡¡¡¡Como recuerdo aquellos momentos!!!!

En realidad, las fiestas de la Vera formaban parte del calendario festivo de la familia, porque, aunque éramos y somos “ranilleros”, teníamos nuestra parte materna que, en nuestro caso, era muy importante. En casa vivíamos un matriarcado puro y duro, mi madre, la que mandaba, y allí ni dios rechistaba.
Ya de mayor la implicación con el barrio fue incrementándose. A los 19 años, recién terminado el servicio militar, un grupo de madres del Colegio de la Vera que pertenecían al AMPA del momento, necesitaban a un profesor de mecanografía para que diera clases en el centro. Afortunadamente y desde muy pequeño acudí a las clases de tía Lucrecia,  profesora de mecanografía, esto me facilitó mucho la tarea para poder aspirar a conseguir la plaza.
En resumidas cuentas, comencé a dar clases en el colegio durante un corto periodo de tiempo, pero eso me sirvió, entre otras cosas, para conocer de cerca a los vecinos y vecinas del barrio.

Hoy por hoy, muchos de aquellos niños, ya hombres y mujeres, recuerdan esa época. Al poco de comenzar con aquellas clases de refuerzo educativo tuve que renunciar a la plaza porque me había salido un trabajo, un poco más estable, en el sector seguros… Tía Mari, fue mi sustituta y allí estuvo durante muchos años hasta que prácticamente desaparecieron los mecanógrafos y comenzó la era informática. Tengo un gratísimo recuerdo de aquellos días.

Aproximadamente a los 23 años vine a vivir al barrio, y a los 28 ó 29 años ya estaba metido en jaleo, y junto a los vecinos de diferentes edificios, comenzamos a preparar la puesta en marcha del programa “dinamizando la vera” donde participé como gestor para la constitución de las comunidades y los seguros de las mismas.

 Más tarde, cuando la consejería, de la mano de nuestra vecina, Milagros Luis Brito, consiguió que las viviendas VPO-SOCIAL pasaran a propiedad de cada uno de los inquilinos, allí estuvimos para echar una mano con tantas y tantas solicitudes... Esto fue un gran logro para el barrio, y una proeza, que nunca dejaremos de agradecer a nuestra querida Milagros Luis que, como viceconsejera de vivienda del Gobierno de Canarias, trabajó por hacer realidad, una petición popular.

 Otros de los proyectos que puso en valor la unidad de los vecinos fue cuando conseguimos acabar con la zona de las mesitas, la construcción de la acera en calle Manuel Antonio de la Cruz o el asfaltado de la Calle Juan de Tejera que, cuando nos dieron las viviendas, era de tierra.

No quiero olvidarme de los años que pasé presentando las fiestas de La Vera y participando de las mismas gracias a Felipe y todo su equipo que me dio la oportunidad de presentar la primera gala de los mayores.  Una experiencia que nunca olvidaré y que paso a contarles de forma resumida;

Felipe me contrata para presentar el evento; cuando llegué a la plaza, 20 minutos antes de comenzar, no había guión, ni candidatas, ni flores, ni nada que se le pareciera, y para colmo, remata la faena diciendo “En un rato di que suben al escenarios  “Doña hedionda, Doña hermoso conejo y Doña Esther colero, entre otras candidatas…” Aquello era todo un desastre, me juré a mí mismo que nunca más me cogería en esas… Finalmente, ya en el escenario,  presenté lo que me dijo… Mi sorpresa fue mayúscula, las candidatas eran los miembros de la comisión de fiestas vestidas de mujer y representando, cada una de ellas, a una zona determinada de la vera. Las flores las cogieron del barrando, era “rabo de gato” y las candidatas, a reina de la tercera edad, del mismo público, vamos, todo un desastre magnífico… A pesar de tanto despropósito, creo que fue una de las mejores galas que hemos tenido en nuestras fiestas…

Luego vinieron las galas infantiles y las adultas, allí también estuve presente durante algunos años bajo la dirección del amigo Sito Rouvas, Marcos González o Jonay Díaz, de este último tengo otra anécdota que es para olvidar…

Les explico; Pepe Benavente anunciado en el cartel, gala a celebrar en el polideportivo, aquello a reventar de gente, dos minutos antes de subir al escenario llegó Jonay y comenta; “sube al escenario, comienza a presentar y di que Pepe Benavente no puede actuar y que el que quiera recuperar las perras, que hable conmigo”… a mí me temblaban las piernas, tal fue así, que cuando subí al escenario, en vez de decir “a la reina se le entregará cetro y corona” dije “féretro y corona”… finalmente y como la gente de la vera somos como somos y nos gusta más una fiesta que comer, nos dio igual, Pepe Benavente y todo lo demás, el caso fue que terminamos bañados en sudor debido al calor que hacía en aquel recinto cerrado, y con una flamante reina, tras una gala llena de contratiempos…

Unos años más tarde se nos ocurrió la idea de crear un nuevo evento “1,2,3,4 responda usted en este rato” en principio, Felipe se negaba. Cuando le hicimos la propuesta nos espetó; “yo no tengo un duro, imposible hacerlo” … Nos negamos a tirar la toalla y junto a la hermana de Felipe, mi amiga Davinia, comenzamos a trabajar en el proyecto.

Ella estaba embarcada en unas clases de teatro en el Centro cívico del municipio de Santa Úrsula y se ofreció para hacer de las “Supertacañonas” y de los personajes que participaban del 1,2 3, con los sketch… Luego tocó buscar las perras para los premios, el decorado, la pancarta, los vestuarios, etc.

finalmente se celebró el concurso y fue todo un éxito de participación. Los concursantes consiguieron el premio mayor, valorado en unos 600 euros, para cabreo de Felipe, tenía que desembolsar 600 euros, y no tenía perra chica. Espero que algún día podamos recuperar ese concurso que tantas alegrías nos dio.

Son muchas las anécdotas que puedo contarles, pero quiero ir terminando este humilde y les prometo que cariñoso pregón.

Durante todos estos años hemos trabajado unidos por mejorar el barrio, creo que formamos un gran equipo de vecinos inconformistas que vamos a más… Hoy por hoy disponemos de una Guardería gratuita, La Ludoteca infantil el caracol referente en Canarias, un centro para la formación de adultos. Uno de los mejores institutos formación secundaria de Canarias. Un magnífico colegio. Una oficina de la policía descentralizada. La unidad de tramitación de los servicios sociales. La unidad de formación de la búsqueda activa de empleo que dirige la Fundación Don Bosco. El colegio para niños con diversidad funcional. Diferentes asociaciones CULTURALES, VECINALES O DE MAYORES, y muy recientemente el Centro para personas con la enfermedad de Alzheimer.

Creo, sin temor a equivocarme, que juntos hemos trabajado por mejorar nuestro entorno a nivel social y laboral, creando oportunidades de negocio en nuestro barrio con pequeños y medianos comercios. Los temas relacionados con las adicciones y gracias a la concienciación y colaboración de todos, ya no es un problema para el barrio, si bien hay algún foco localizado, ya no es, ni por asomo, lo que fue en su día… Tenemos y debemos sentirnos orgullosos de pertenecer a uno de los barrios con más solera y tradición del norte. Con trabajo, y siempre de frente, como diría mi amigo Juan Carlos Marrero, hemos realizado una labor incansable en la construcción de nuestro lugar de convivencia. Tenemos que seguir reivindicando acciones para nuestro barrio, estar unidos, contar nuestra historia “de dónde venimos y a donde vamos” …

Vivir en la Vera me ha dado muchas satisfacciones, entre otras, conocer a mis queridísimas vecinas; Pirula la gitana “ella sabe que lo digo cariñosamente” lo mismo te vende una camisa de “Lacoste” que un mantel para la mesa con cientos de bordados. Mi gran amiga Lidia. Lidia es como mi supermercado 24 horas, si me hace falta un tomate, sal, cebolla o lo que sea, allí está mi vecina para facilitármelo. Siempre le digo que se lo devuelvo, pero la realidad es que nunca lo he hecho. Gracias por todo querida Lidia. Mis vecinas Fifí y Fefa, con sus anécdotas y siempre dispuesta a echar una mano a quién sea y para lo que sea. Mi vecino Julián, Mari, Doña Nieves, Pili, Esther, se han convertido en parte de mi familia.

La vida finalmente me ha dado la oportunidad de compartir con magnificas personas sus vidas, los momentos buenos y los no tan buenos. Escuchar sus necesidades, sus anhelos. En definitiva, estar presente.

Hoy quiero más que nunca poner en valor lo que somos, nuestra idiosincrasia creada y forjada a base de experiencias, vivencias y trabajo, mucho trabajo. No puedo bajar de este escenario sin dar las gracias, en primer lugar, a la comisión de fiestas 2018 por permitirme estar aquí, Gracias Felipe... A mis padres y en especial a mi madre, por ayudarme a ser quien soy hoy. A mi gran familia que, con sus defectos y virtudes, es mi familia y eso no es cuestionable… A ustedes, queridos vecinos de La Vera, tengo un compromiso vital con este lugar, un compromiso que va más allá del momento que estoy viviendo ahora como responsable público, tengo un compromiso con mis raíces, con mi infancia, con mi propio yo…

Hoy toca pregonar, pregonar con el corazón. Hoy comienzan las fiestas de La Vera. Que se enciendan las luces, que cuelguen las banderas, que todo el mundo festeje en sus casas, que se diviertan en las calles. Que procesiones nuestra Madre la Virgen de Candelaria. Que los niños corran por la plaza, que comience la música el baile, la verbena… AMIGOS, AMIGAS. VECINOS, VECINAS; QUE COMIENCE LA FIESTA Y LA ALEGRÍA…  EN DEFINITIVA, “QUE COMIENCE LA VIDA” … MUCHAS GRACIAS.

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