Salvador García Llanos
A ver qué aportan de
novedad en el ámbito del comercio las ofertas programáticas de los partidos
políticos del Puerto de la Cruz que concurren en las próximas elecciones.
Porque si el sector turismo se resiente, el comercial sigue notando los efectos
de una crisis que no tiene final y tiñe de negro cualquier horizonte futuro.
Baste comprobar la cantidad de locales cerrados y la práctica desaparición de
algunos pequeños núcleos comerciales, localizados en calles más o menos
céntricas.
Hemos dicho partidos
políticos pero también cabe preguntar hasta dónde está dispuesto a implicarse en
la búsqueda de soluciones el propio sector comercial que no ha destacado en los
últimos tiempos, salvo honrosas excepciones, por su capacidad de iniciativa e
innovación.
No basta, en todo caso,
con seguir lamentándose. Cierto que las grandes superficies han hecho mucho
daño y han propiciado cambios sustantivos en los hábitos de consumo pero hay
que hacer frente a esos fenómenos con imaginación y riesgo, con algo más que voluntarismos,
zonas abiertas y mercadillos ocasionales, válidos si se quiere para producir un
reclamo en determinadas fechas o por algún motivo concreto. Es llamativo que la
fórmula de centros comerciales -alguno muy atractivo- no haya cuajado nunca en
la ciudad y los potenciales usuarios, o sea, la clientela local haya preferido
desplazarse a otros puntos -cuando menos, aumentando el gasto en combustible-
para llevar a cabo sus compras. Si es para un artículo que no se encuentra en
los establecimientos del Puerto, bien; se entiende. Pero disponiéndolo, cuesta
aceptar que se busque en otro sitio.
La actividad comercial
precisa de incentivos, está claro. Hay que propiciarlos hasta generar una
dinámica positiva que desemboque en producir una marca y una plaza comercial a
la que se acude de la misma forma que se va habitualmente a un sitio que
destaque por otras razones o disponga de una oferta suficientemente atractiva.
De modo que
administración y sector privado tienen que entenderse. La primera -según el
modelo que, finalmente, con el más amplio consenso, se acepte- debe crear las
condiciones adecuadas, desde la racionalidad de las directrices de un Plan de
General de Ordenación y de aquellos otros sectoriales que favorezcan el impulso
y la consolidación de sectores económicos productivos. Aquí entra en juego
hasta la creación de empleo. Y la iniciativa privada debe moverse, arriesgar,
especializarse, cuidar sus propios activos, que los tiene, sin duda. No esperar
a que lo den todo hecho: esos tiempos ya son historia.
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