Lorenzo de Ara
Me encanta, de
verdad, cuando la periodista habla de espectáculo televisivo, y ese deseo casi
carnal de los partidos por participar en ellos, como si la vida dependiera de
conseguir un notable alto en el tiempo que aprovechan para entrar en nuestras
casas. Entre los raritos se encuentra un servidor de ustedes, que pasa de la
tele como de los catálogos. Pero Lucía es una de esas protagonistas del nuevo
circo romano. Cada dos por tres aparece en la tele que graciosamente ha vendido
a los españoles que Podemos y sus confluencias representan lo mejor de la nueva
política. Espectáculo que no sale gratis, naturalmente. Y luego, por último,
esos periodistas en la cresta de la ola, más los políticos, todos juntos
callando sobre Europa y sobre los problemas reales. Es el pan y circo del siglo
XXI. "Roma establecía conexiones entre la gente, mucho más que
impedirlas", dice Mary Beard, profesora de Clásicas de la Universidad de
Cambridge. Nuestros políticos y periodistas no hacen tal cosa, solo alimentan
su ego.-------------------
Y más.
Ver a un político
besar a un tierno niño es una de las cosas que deberían estar prohibidas en
campaña. Ni acercarse a uno de esos seres inocentes. Pero la cosa sigue ganando
enteros. Los cuatro jinetes del apocalipsis, cuando ven a una madre con su niño
en brazos, aunque moqueando, se precipitan sobre la criatura, y después viene
lo que sucede cuando la inocencia es destruida en un segundo. Pero los asesores
del depredador ya tienen la foto deseada y mandan un gesto de satisfacción
plena al profesional que ha estado más listo que el francotirador de la peli de
Eastwood. Los besos y abrazos a los niños no garantizan un voto, pero sí que
durante un par de segundos, en un mundo de mentiras, ocurrencias y redes que
atrapan a millones de bichitos, el candidato pueda ofrecer la mejor cara
tecnológica, los mejores dientes, el humanismo robotizado que usted mismo puede
montar en casa por 1,80 euros.
Si el pueblo quiere
creer que lo que llaman nuevo es nuevo de verdad, pues naturalmente que lo
viejo volverá con más fuerza, con más ganas, con más hambre. No es cuestión de
perdonar las calamidades de un bipartidismo endogámico, etc. Pero que una
democracia infantil se deje manosear por los demonios del pasado es la
pesadilla de nuestros padres hecha realidad. "No es esto, no es
esto". Aunque muchos digan que solo queremos meter el miedo, lo que en
realidad se busca es que se sepa de una vez para siempre que lo viejo ha
llegado porque lo nuevo no existe. En política, en el siglo XXI, lo nuevo es
ciencia ficción, falsos profetas. Por los siglos de los siglos.
Y leemos también en
El Confidencial: "Sánchez apela a "los socialistas de corazón y
progresistas" para "unirse" al proyecto del PSOE en un mitin
desangelado, poco numeroso y frío."
Resume a la
perfección lo que es un partido en franca decadencia. Un partido que ahora echa
pestes de Podemos, cuando nadie olvida que se desnudó ante el proyecto de
Pablo, susurrándole al oído que cualquier postura era válida para compartir el
lecho de Moncloa. Todo merecía la pena con tal de echar a Rajoy del poder
absoluto. Y ahora, tras el advenimiento de las nuevas elecciones, pasada la
calentura, y la cama fría, el PSOE pide a sus potenciales votantes que no crean
en la realidad. No hay sorpasso. Es de nuevo la pinza entre comunistas y la
derechona inhumana heredera del franquismo, y más blablablá, que si patatín,
que si patatán. Lo que viene proclamando el PSOE desde que los romanos
construyeron calzadas y llegaron a España.
Del clan de la
tortilla, al clan de los perdedores, pero con muy mal perder.
Escribió Cicerón:
" El propósito de la justicia es dar a cada quien lo que es debido."
¿Estará recibiendo el PSOE lo que se merece?
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