Lorenzo
de Ara
John
Carlin escribe en El País hoy lunes, "Los políticos son frívolos porque
así somos", y de su tribuna quiero destacar este párrafo que hace
referencia a nosotros: "En cuanto a
España, como ya se ha demostrado, y quizá se vuelva a demostrar después de las
segundas elecciones que se habrán celebrado en medio año, los políticos se
resisten a hacer lo que el electorado les pide, formar un gobierno de
coalición. Mientras todos hablan de que el país tiene problemas graves por
resolver está igual de claro que en Reino Unido que la prioridad para todos, en
mayor o menor grado, es hacer avanzar los intereses de sus propios
partidos."
Partitocracia.
Un mal terrible del que se habla muy poco. Pero no hay mañana si de una vez por
todas no somos capaces de terminar con el dominio político, que algunos se
preguntan si es realidad o fantasía. El interés de partido es un cáncer que
terminará por jodernos la vida. Los líderes (los cuatro jinetes del
apocalipsis) están para salvaguardar el interés de ese partido y, todo lo
demás, aunque pueda sonar a ciencia ficción, importa poco o nada.
La
sociedad se ha convertido en una pieza pequeña de un engranaje que nada tiene
que ver con la democracia que nació hace más de 2.000 años en un ágora de
Grecia. Partidos políticos, abiertos o cerrados, viejos o nuevos, controlan a
su antojo la vida de millones de personas.
Votar,
y poco más. Y ahora la moda estúpida y global de tener en la tele a los líderes
mientras los niños hacen preguntas y periodistas endiosados juegan a intentar
ser más populares que los sujetos que aspiran a tener poder. O ya lo tienen.
Que
las cosas vayan mal, jodidamente mal, o que un dato esperanzador se descuelgue
del negro futuro, es algo que únicamente sirve para preparar el discurso del
día, el movimiento del líder, la estrategia del partido. ¡El partido es lo que
importa!
El
doliente con nombre y apellido es una herramienta importante para consolidar la
nueva dictadura que lleva años invadiendo nuestro cuerpo. Nos creemos libres y
creemos que la libertad se la debemos a los partidos políticos.
¡Esos
mismos partidos son los que trabajan para acabar con nuestra libertad de
expresión!
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De
la encuesta que publicó El Mundo (y otros periódicos ayer domingo), el partido
del puño y la rosa sale dolorido. ¡Tremendo palo, amigo! El sorpasso ya está
dentro del cuerpo de Pedro Sánchez y de todos esos personajillos de provincia
que ven peligrar tantas cosas. La socialdemocracia española, una fábula desde
que explosionó Zapatero para desgracia de la tribu, tiene los días contados. Se
van a tomar por culo 137 años de historia. Que se dice pronto, pero ellos
solitos se encargaron de matar a la mamacita.
El
Mundo publica: "La valoración de líderes de la encuesta de Sigma Dos para
EL MUNDO revela que Sánchez es, de los cuatro, el candidato que menos convence
a sus propios votantes. Sólo un 66,9% se siente atraído por él, mientras que
casi uno de cada cuatro declara abiertamente que Sánchez le produce desánimo
para continuar votando al PSOE."
El
dato es revelador. Sánchez es como el ibuprofeno, o como la aspirina. Nos
tomamos las pastillas a sabiendas de que seguiremos puteados un tiempo. Hay
desconfianza en los militantes. Desconfianza en los simpatizantes. Una crisis
de moral en el partido que algunos pretenden ocultar haciendo el ridículo por
delante y por detrás. Preferente por detrás. Una etapa turbulenta en el PSOE.
¿Recuperar la confianza? imposible. La credibilidad y la confianza en Pedro
Sánchez siguen cayendo.
¿Cuándo
se jodió el PSOE? Felipe González a lo mejor tiene la respuesta. O Cebrián.
Aquí en Canarias, mientras los parásitos puedan seguir viviendo de la sopa
boba, nadie dirá nada. Porque no saben nada, eso es verdad. Porque mientras el
viento sople a favor de sus intereses, todo les importa una mierda. Vivir del
cuento, puño y rosa. El invento duró lo que tenía que durar.
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