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sábado, 27 de enero de 2018

INVITADOS (PERSONAJILLOS) SIN NADA QUE DECIR


Lorenzo de Ara

He de reconocer que hay días que no sé qué preguntar en un programa de radio. La jornada se me hace cuesta arriba. Como si escalara el Everest. Sin oxígeno. Hay personas (personajillos) así. Muy pocas neuronas, pero con la habilidad suficiente para aferrarse al poder durante años. Poder local, por ejemplo. Son aburridos, simplones, torpes, planos, ruines y mucho más insanos que el cáncer de próstata. Son jodidadamente aburridos. Naturalmente, los hay también en la oposición política, y en la economía, en el periodismo, en la cultura. Y es que en el mundo local se dan las condiciones perfectas (siempre y cuando el listo sepa hacerse pasar por inteligente) para que el mendrugo de dos piernas gatee y ponga su bandera en lo alto de la cresta de la popularidad.

A veces, a lo largo de una semana larga, servidor tiene la tentación de callar. Cerrar la boca ante el micrófono. A veces la locura cobra más violencia, y de lo que se tiene ganas es de mandar a tomar por culo al invitado que está a un palmo del entrevistador.

Cuando salí aborrecido de Canal 6 Teidevisión, cuando mantuve un aislamiento casi enfermizo y nada quería saber de los medios de comunicación, de políticos inextinguibles, de compañeros de profesión sin cojones, o sea, sin personalidad; durante ese año y medio, aproximadamente, sólo una persona acertó al describir lo que me pasaba: “Te pueden los complejillos”.


De regreso a la profesión, gracias a la familia Reyes y a Gente Radio (ya vamos por la segunda temporada), descubro, más empachado que asombrado, que las preguntas a realizar no han cambiado, que los problemas son los mismos, que los protagonistas (lo más tóxico de todo este rollo) también son los mismos, que la profesión local (salvo la excepción que honestamente siempre mantiene encendida una pequeña luz para la esperanza) es jodidamente presuntuosa.

Juré que no regresaría. Pero regresé. Con los mismos defectos, con las mismas limitaciones, con las mismas dudas, con los demonios que siempre me han acompañado desde que inicié esta odisea en el Diario de Avisos, pasando luego por gabinetes de prensa, radios, televisiones, asesoramiento de políticos y, hoy, otra vez, en la radio, dulce hogar.

Pero hay días que los invitados me lo ponen difícil. Muy difícil. Hay en ellos una gansada tan nauseabunda, una apariencia tan sonora, una pudrición mental tan oscura, que, por unos segundos, mientras los observo, en mi cabeza me pregunto qué coño hago aquí, por qué estoy sentado ante una persona (político) que apesta a la nada más brutal.
Y no hallo respuesta. De momento.

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