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sábado, 11 de julio de 2015

CINE DE LA VERA, HISTORIA VIVA DEL BARRIO

 
Gregorio Dorta Martin
                                                                      
Hoy en día los cines prácticamente han desaparecido. Y más aún los de barrio y las salas pequeñas han tomado el mismo camino. Hoy en día el público prefiere acercarse a las grandes salas de los Centros Comerciales o, simplemente, descargar la película y verla en casa. Hacía los años 60, 70, 80 e incluso 90 el barrio de la Vera contaba con un cine propio. Tras el cierre del mismo, los cines han terminado por desaparecer de nuestro barrio. Solo tenemos cerca los del Centro Comercial de Alcampo, pero esto ya son otra historia, otro género de cine que para nada tiene que ver con el cine de La Vera de antaño.
 
El Cine de la Vera fue historia viva del barrio, se podría definir de dos formas diferentes.  El Cine de las dos películas, es decir la que se proyectaba en la pantalla y la que protagonizaban los vecinos de barrio en sus cómodas butacas. Tanto una como otra tenía su particular historia, pero las dos como la vida misma, es decir con sus bajos y altos. Aunque fue una época en la que acudir al cine era prácticamente el único divertimento que había- y que podían permitirse- los vecinos del barrio. Ese, y pasear por la pequeña plaza con la bolsa de golosina en la mano y la otra era ir a los partidos de fútbol al viejo Salvador Ledesma. No había para más.
 
Ese cine del barrio contaba entonces con una única sala en la que se proyectaban la película, pero separadas con un salón a ras de la pantalla que le denominaba la “tribuna” y la otra en la parte alta que le decíamos popularmente “el gallinero”, con dos precios diferentes, para la primera sala el cine valía en alguna etapa dos pesetas y media y en el gallinero alrededor de sólo dos pesetas. Por supuesto en las dos salas convertidas en una sola se producían cosas que hoy en día si se cuenta más de uno se avergonzaría o se sonrojearía. Como máximo a la semana daban dos películas con una sesión diaria que daba comienzo a las nueve de la noche y otras dos sesiones más los domingos, con una a las cuatro y otro pase a las nueve horas. Donde la primera tenía que ser una película para niños. A los cines de la noche tenía que tener mucho más de 18 años cumplidos y aquí prácticamente salvo excepción no se escaba ni el más pintado, porque en el barrio todos nos conocíamos y los trabajadores del cine de la Vera era vecinos del mismo lugar.  Dónde vas “mocoso” te paraban en la entrada y te decían “quieres que se lo diga a tus padres”. Tal vez por ese mismo motivo para los jóvenes o la infancia del barrio queríamos que pasara lo más rápido posible para poder cumplir la edad reglamentaria que exigían para ver las películas de las horas de la noche. Fueron los tiempos de la dura dictadura y gobernaba Franco, la censura en el cine nos prohibía ver un beso amoroso, por eso los jóvenes buscábamos engañar al acomodador y ver esa clase de películas que nos mostraban nada del otro mundo.
 
La películas que se proyectaban no era de estrenos, ni mucho menos. Esas estaban reservadas a los grandes cines del Centro de Puerto de la Cruz, la Orotava o Los Realejos. Los vecinos de la Vera nos acercábamos al Cine para ver películas clásicas, desde la de Charles Chaplin a las de El gordo y el flaco. Tampoco solía faltar en la cartelera el cine del Oeste, varias versiones de Tarzán o películas españolas de la cosecha.
 
Como decíamos la sesión costaba aproximadamente 2.50 pesetas (medio duro) y había un intermedio de quince minutos que acudía al bar del mismo a comentar y refrescar algo la boca en compañía de los amigos que allí nos veíamos.   Tampoco había mucho más que hacer”. Veían las películas y también el NO-DO, que se proyectaba entre cada una de ellas. La cartelera aparecía como hoy en los periódicos. Sin embargo, solían realizarse muchos cambios de última hora, por lo que el boca a boca acababa por convertirse en el mejor aliado de las salas. Desde la iglesia, el club  y los colegios también se anunciaban los próximos pases. El Cine de la Vera estuvo lleno de historias muy interesantes, lo que allí ocurrió y se dijo pocas veces salió del mismo.
 
En esta sala recuerdo a los acomodadores, que eran vecinos del barrio, era el que ponía a funcionar la cinta de la película y luego bajaba a la sala para ayudar a su compañero en el cometido de que se guardara el orden e incluso se acostumbraba por parte de la clientela a darle propinas, en oportunidades pasaban con un spray durante la película para eliminar los malos olores y desinfectar. La verdad que sucedieron cosas muy curiosas, desde llanos, gritos, fuegos artificiales y vacilones de todo tipo, hasta parejas de novios que se conocieron o se citaron en la sala y que luego pasaron por vicaria.
 
El Cine de la Vera fue un lugar de encuentro de sus vecinos y amigos. Así, de las cosas más curiosas que pude presenciar que vi o vimos una película del final a principio, el técnico se olvidó de colocar bien la cinta y recuerdo que la película se me quedo grabada y se titulaba “La Cabaña del Tío Tom” provoca apasionadas controversias y sirve de manera contundente de telón de fondo en la causa de la liberación de los esclavos...era una película muy interesante para aquella era, sin embargo nadie se enteró de que iba el film. El actor negro primero apareció muerto, luego resucito, todo un lío que marco la juventud de mucha gente del barrio.
 
La Vera aún conserva su cine convertido hoy en venta de frutas y verduras, cada vez que entró en el mismo lugar me lleva a los tiempos de mi infancia y de mi juventud. Fueron tantos y tan buenos recuerdos que nunca olvidaré.

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