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lunes, 24 de enero de 2022

11 PERSONAS CADA DOS HORAS

Yolanda Trancho- Escritora

Es la triste estadística que arroja una lacra de nuestra sociedad, una enfermedad que se esconde, no se detecta o simplemente no se actúa.

Los números no importan por lo visto, los hombres son los que deciden quitarse la vida con más asiduidad, las mujeres un tercio menos, y todo por querer huir de un estado anímico del que les es imposible deshacerse.

La enfermedad mental no se debe esconder ni estigmatizar.

Por desgracia el año 2020, no ha sido sólo para recordar por un virus que nos ha afectado a todos. En el que hemos estado recluidos en casa o nuestra vida rutinaria cambiara de un día para otro. Por desgracia ha sido un año en el que los suicidios batieron récord. Las vidas que la Covid19 no podía con ellas, eran arrastradas por otra enfermedad, una en la que la persona dispone del momento y la manera de quitarse la vida.

Según un estudio del Observatorio del Suicidio del Instituto Calos III, durante esta nueva década nos ha traído dos pandemias, una de la que todos conocemos, con términos que se han vuelto asiduos; contagiados, fallecidos, confinamientos y demás. De la otra causa de muerte, los suicidios, no se habla en ningún medio de comunicación. Muchos alegan que el no hablar de este último tema es con el objeto de no hacer “efecto llamada”, ¿crees que es así? Entonces por esta deducción de algunos, si dejamos de comunicar los datos que se ofrecen a diario de la COVID, igual nadie se infectaría ni moriría. Tampoco se debería hablar de las maldades humanas a las que estamos acostumbrados al leer un periódico, ver un telediario o escuchar la radio. Si hubiese un cambio de comunicación podríamos darnos cuenta que hay personas buenas, que las acciones que realizan ensalzan al ser humano, y a pesar de ello, no conocemos ni son noticia. Esa es la falacia a la que nos encontramos. Por lo visto somos vulnerables a imitar lo que escuchamos, guerra: nos peleamos entre nosotros, muerte; matamos al vecino, robo; nos quedamos con lo que no es nuestro. Y así sucesivamente. Es el efecto llamada, o no se quiere hablar de la enfermedad mental por otro motivo, que estamos fallando a los que tenemos a nuestro alrededor, que estamos más preocupados en nosotros que en escuchar los gritos silenciados de los que queremos, de las frases a las que no damos importancia y  que tienen un sentido, el de pedir ayuda.

 Los menores de 29 años decidieron quitarse la vida 314, cuando la Covid-19, se llevaba 84.  De la franja de 30 a 39 fueron 411 vidas frente a las 146 que se llevaba la Covid-19  y entre los 40 y 49 años, un récord por desgracia, la estadística se disparó en la cantidad de víctimas 754, número muy superior a los muertos por la pandemia en esa franja, 546.

 ¿Por qué se quitan la vida?

 Es dolor, es el mismísimo infierno, los demonios habitan en el ser y suplican que te arrebates la vida durante todos los minutos y horas del día, así uno tras otro, hasta que ganan y vencen a la persona que, se da por vencida y asume que el mundo estará mejor sin su presencia.  Cuando ese dolor y la tristeza te invade y es imposible por sí solo salir del hoyo en el que te encuentras, asumir que hay personas que te aman, que lloraran por tu pérdida, y arrastraran ese dolor.

No es un acto de valentía, es de agradecimiento hacia las personas que más quieren, les privan de su vida, de su compañía, de su existencia para que sean felices, sí, es eso, la vida del suicida no vale nada, y las personas que le acompañan podrán avanzar sin él. Ese es el pensamiento.

Por eso se debe exigir que se hable de la enfermedad mental, que haya más psiquiatras y psicólogos, ayudas telefónicas, una prevención en la salud mental.

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