lunes, 10 de marzo de 2014

YO ESTUVE EN LA ISLA DE CAPRI

Evaristo Fuentes Melián

Hay quienes van de viaje de placer, y lo pasan mal por alguna circunstancia imprevista. A mí me pasó tal cosa en una ocasión, y en vez de callármela, como suelen hacer todos los afectados, se las cuento a continuación, queridos lectores. Yo estuve en la isla italiana de Capri. Fui a celebrar los 25 años de casado, mis bodas de plata.  Con mi esposa, por supuesto; no como en el cuento del lepero que fue él solo  porque no había dinero para ir los dos…

Fuimos con un grupo de arquitectos y aparejadores, de Canarias,  de la Península y de Italia. Las conexiones marinas desde Nápoles a Capri son abundantes, y nos montaron en una especia de jet foil para llegar a la isla. La isla de Capri tiene dos pueblos, uno arriba en la montaña y otro abajo en la costa, de unos cuatro mil habitantes cada uno. Al de arriba fuimos en una guagüita desvencijada. Pero lo peor fue cuando nos desplazamos a una cueva marina, típica, de ‘visita obligada’, en una barca de 16 personas, y luego en una lanchita de cuatro... Yo, valgan verdades, ya iba acongojado, ¡me cago en diez! La lanchita de cuatro era tan pequeña para poder entrar a la jodida famosa cueva marina. 

Y hay que esperar a que baje la marea. No obstante, tuve que agachar la cabeza ‘pa’ que no me rozara en el techo rocoso de la entrada de la cueva y dejarme allí buena parte de mi pelo y su cuero cabelludo correspondiente. ¡tremendo pánico! Dentro estaba todo oscuro, con antorchas y cuatro gondoleros palurdos, en sus respectivas lanchas, cantando en plan romántico pero sin ganas y desafinado, algo italiano, "¡Torna a Sorrento!”, y cosas así… Pero lo que yo más quería en aquel momento, queridos lectores, era ‘tornar’, ¡regresar a tierra firme!  Con decirles que, para más inri, me caí al pasar de la lancha grande a la pequeña, está dicho todo. Menos mal que caí ¡dentro de la lancha!  La otra pareja son conocidos güimareros y se rieron a carcajadas. Hay fotos que lo atestiguan, pero nada más. ¡Qué rato más desagradable pasé, carajo!


                                                                                  Espectador

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