miércoles, 22 de junio de 2016

PEDRITO EL DE ABADES

Evaristo Fuentes Melián

El carácter del canario común, tipo medio, es socarrón, puede aguantar villas y castillas durante largos años, hasta que un día explota en un exabrupto que nadie esperaba.  La actitud oral de Pedrito se podría sospechar que es la actitud del niño mimado al que no dejan jugar con su juguete preferido, tocar la pelota y jugar al futbol, el deporte que practicó desde niño en los vientos de Los Abades, donde las personas no se hacen agresivas cuando son adultas, porque no hay ambiente de rivalidad manifiesta de capital o gran urbe, y mucho menos la mala ‘milk’ de un inglés de Londres, donde reside el Chelsea, equipo actual de Pedrito.

La consecuencia es que Del Bosque –Vicente, tal como lo llama Pedrito cariñosamente—ya no lo sacó en el partido contra Croacia, cuando en realidad era el más idóneo para salir en el primer cambio, por su rapidez de velocípedo pedestre de carne y hueso, monoplaza en singular del sur isleño, con su incisiva carrera, la más óptima mejor para marcar el gol que hubiera dado la tranquilidad a la selección española. Por su parte, el madridista Sergio Ramos falló un penalti--para muchos inexistente--, aunque no lo tiro al firmamento, como en aquella otra ocasión del Bernabéu, que generó chistes de variada gama, por ejemplo, que el balón desde el Bernabéu había entrado en la portería... ¡pero del estadio Calderón!

Los fuertes alisios del sur tinerfeño, racheados y hasta violentos, agudizan el ingenio y las palabras te salen ligeras, alborotadas, veloces y sin mucho pensar lo que estás perorando. Y encima, para más Inri, el verbo de Pedrito, dentro de la morfología y la sintaxis fraseológica de un canario del campo, no lo entienden los peninsulares y muchas veces lo mal interpretan.

A mí mismo me pasa cada mañana, que compro la prensa en la tienda de un peninsular valenciano, casado con mujer inglesa, residente aquí desde hace decenios, pero que todavía no coge el giro gramatical típico canariense, cuando me despido con un “¡bueno, niño, hasta mañana!”. Este valenciano se queda perplejo, desconcertado, y me da la callada por respuesta.

De todos modos, voy a terminar con un verso pareado: Por ser a su modo hablador/ Pedrito no marcó el gol.

Espectador


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