Salvador García Llanos
El Instituto Nacional
de Estadística (INE) ha publicitado unas estadísticas según las cuales el
Puerto de la Cruz vuelve ser el primer destino turístico nacional por plazas y
en fines de semana. Los registros son significativos: casi el 88 por ciento de
ocupación por plazas y el 88,3 por ciento de ocupación en fin de semana. Las
cifras mejoran en unos dos puntos las de enero de este mismo año, un hecho
positivo pensando en los equilibrios necesarios para mantener cuotas de mercado
durante el resto del año.
Según las mismas
fuentes, la ciudad turística registró el pasado mes de febrero 369.000
pernoctaciones, lo que se traduce en un
grado de ocupación por habitaciones superior al 94 por ciento, con una estancia
media de 8,34 días.
Tengamos
presente, a la hora de analizar estos datos, que la oferta hotelera y
extrahotelera de la ciudad se ha reducido sensiblemente a lo largo de los
últimos años. Luego, no hay que lanzar campanas al vuelo, aunque tales
porcentajes sean muy positivos en todos los órdenes: reactivación económica,
ambientación callejera que gusta y proyección exterior siempre interesante.
No es que el Puerto
vuelva por sus fueros pero gratifica. Habrá que preguntarse, a la hora de
analizar las causas de este repunte, si estamos viviendo de las rentas. O, en
efecto, nos beneficiamos de los excedentes del sur, derivados, a su vez, de las
tendencias de los mercados que siguen viendo en los exóticos destinos del norte
de África un espacio peligroso.
No es que la ciudad
disponga de nuevos grandes atractivos como para haber despertado el entusiasmo
de clientes que aún no la conocen o que desean repetir. Luego, la fama, el
prestigio, el nombre o la marca hacen lo suyo. Y otorguemos el margen
correspondiente a las acciones promocionales entre las que ya luce la
denominada Puerto de la Cruz Xperience, fruto
de los trabajos del Consorcio de Rehabilitación Turística.
Que sirvan estos datos
del INE para profundizar en análisis que favorezcan la sostenibilidad y en
acciones llamativas que reflejen el entendimiento entre los sectores público y
privado. Que nadie se confíe pues está más que demostrado
que la competitividad es muy exigente y por tanto hay que esmerarse en todos
los órdenes. Y que el destino está obligado a mejorar para demostrar que estas
cifras al alza no son efímeras ni coyunturales.
Bien entendidas, son cifras para estimular.
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